La poesía de Tomás Segovia ha sido siempre, a lo largo ya de sus más de cincuenta años como poeta, una densa descripción del paso del tiempo, pero esa densidad resulta transparente. ¿Lo era desde entonces, desde siempre? ¿Cómo decir, pues, que la luz es densa? Como lo hace él en este tan deslumbrante como voluminoso libro, "Salir con vida". Las fulgurantes imágenes que caracterizan algunos de sus poemarios se han vuelto aquí demorados paseos, intuiciones sobre el malversado sentido del mundo del que la historia que vivimos nos hace testigos, poesía que relata tanto como poesía que hiere, compromiso con su semejante, una manera de nombrar al otro que nos lo acerca, pero no para reducirlo a mi yo, sino para ser más otro en el diálogo. En este nuevo libro, Segovia mantiene el altísimo nivel de su poesía anterior, pero, aun regresando a los temas que le son propios, "Salir con vida" es un libro diferente, sutil pero esencialmente diferente. Uno de sus títulos anteriores se llamó "Fiel imagen": sí, la fidelidad es una de sus claves, fidelidad a uno mismo en la imagen de uno mismo y fidelidad al otro en la imagen del mundo. Otro libro se llamó "Misma juventud". Nadie necesitó que le explicaran a qué se refería con la palabra juventud, la misma que hoy ratifica en "Salir con vida". Contra aquellos que piensan que la forma -el oficio- es una manera de alejar a la vida del texto, Segovia insiste en afirmar lo contraio. Cada quien le dará al título y a los poemas las interpretaciones que quiera, desde las más obvias hasta las más rebuscadas, pero también quedará clara la exactitud del poeta para nombrar las cosas, momentos únicos de un mismo gesto en el que, sin paradojas, nos da en un solo trazo el milagro del poema, pero ese milagro -si levantamos los ojos a los árboles y los pájaros, al cielo y a las cosas- resulta que es tan cotidiano (y tan necesario) como el saludo matinal.
JOSÉ MARÍA ESPINASA